Me aprestaba a abrir la canilla cuando oí el ruido. Parecía provenir de las entrañas de las cañerías. Era una especie de estertor constante, un lamento que se arrastraba de la vida a la muerte, en cámara lenta. Aquello duró un instante. Después, nada. Abrí por fin la canilla, bruscamente. Y un chorro de sangre salpicó el lavamanos.
El estrector, robado de Cuentos glaciales, el libro de Jacques Sternberg que estoy leyendo. Cuando termine lo comento ampliamente.
muy buenas las historietitas
estremecedor !!!!!!!