Una mujer cansada, no abatida, en un rincón besa un papel: la sombra de una carta. De poder espiarla se diría que lo hace eternamente. A su alrededor papeles que no son yacen dispersos como piedritas de río.
Sobre el viento como de las cartas se han dicho muchas cosas: que arrastra agonías, y trama y desencadena deseos.
También la luna susurra mentiras al amante cautivo. Besos de cuento perdidos en tempestades que se cobran por igual respiración y lágrimas.
Ella siente vergüenza, su alma es encandilada milésimas de tiempo por una desvencijada página, intimidada por su beso.
A veces
la única certeza es que no se está llorando.
“La Carta”, poema de María Victoria D´Antonio.