Cuando una aceituna llega a tu boca,
lo primero que debes hacer es mostrarle toda la casa.
Déjala que hable y llévala
de un lado hacia el otro, en una lenta cadencia.
Escúchala, siempre tendrá algo que decir, es milenaria.
Tómale la presión y mídele la tristeza;
si anda mal de ternura,
perdónala, la ha endurecido la vida.
Su sabor es de un verde oliva con escalera y peldaños.
¿Cuántas aceitunas o peldaños quieres subir?
El primero, sabe a Mediterráneo.
El segundo, a trabajo de olivar bien cuidado.
El tercero, a oscuro barril con aventuras de bodega.
Y puedes seguir probando y subiendo
por la luminosa y suave neblina de una huerta,
por los viejos secretos con restos de sal y de lejía,
por la semilla de una pena
que puede brotar como recuerdo,
por el aceite prensado por manos ya gastadas,
por la nostalgia que se fue en un barco. Con la penúltima,
por ese ligero regusto a paloma de la paz,
a paloma mensajera o a paloma equivocada.
Y con la última, te habrás ido y habrás vuelto; mientras,
tranquilas seguirán las aceitunas
en su cántaro evangélico.
Esta aceituna no me la esperaba!!! Gracias.
miroslav, poeta y cocinero, agradece la publicación olivar.