Un lector en Buenos Aires se acomoda en la cama, sábanas hasta las axilas, brazos afuera teniendo el libro abierto. El pelo previamente acomodado contra la almohada… No cae ni un mechón sobre su cara, la luz da de lleno sobre las páginas a descubrir.
… Pero la paz se quiebra cuando a este mismo lector le dan ganas de ir al baño… Y entonces recuerda los cuentos de la abuela y la chata mientras su vejiga aguanta a contra reloj línea trás línea sabiendo que irremediablemente en minutos tendrá que levantarse…
Put madr!